14/10/08

Totalmente Vieja y sin culpas...


Cuando vi este comercial por primera vez, me dio risa… parte proyección, parte risa Freudiana, que me dejaba entre ver lo catastrófico del asunto… este comercial por mucho es grotesco. No sólo la manera en la que se retrata a la mujer comiendo (desesperadamente cual un vil atracan de una princesa Mia… sino por el contenido en el discurso que connota una invitación a volverte princesa Ana.

Pero, ¿quiénes son estas princesas?

Al buscar en la red sobre esta realeza los resultados son interesantes… las princesas Ana y Mía, también conocidas como princesas de cristal y de porcelana son las palabras clave para encontrar en Internet foros y blogs que promueven el estilo de vida a favor de la anorexia y bulimia. A pesar de que estas enfermedades silenciosas se consideran como unas de las más importantes hoy en día, ya que afectan a la población entre los 15 y los 30 años según la OMS, y se han tomado medidas para promover información al respecto de ellas así como su detección y tratamiento, los foros Pro ana y mía como también se le conocen son muy socorridos y visitados por una comunidad que va en crecimiento.

El Internet, tomado como esta tierra de nadie de fácil publicación y relativo simple acceso, ha sido el espacio ideal para la promoción de estas páginas y foros con contenidos como dietas, consejos y mandamientos de las mujeres y hombres que padecen esta enfermedad derivada de la maniaco-compulsión. En estos espacios la promoción de la ‘perfección’, como también se le llama son sólo algunos de sus tópicos. Las carreras para perder kilos, las páginas de inspiracionales con gente delgada, así como los menús en señal de fuerza de voluntad sustituyen el nombre. En estos foros todas son princesas, la diferencia de su anonimato no radica en el nombre, sino en el número de calorías consumidos al día, la báscula y el peso ocupan el primer lugar en la carta de presentación de los usuarios, que contrario a lo que suele pensarse no son sólo mujeres.

La anorexia y la bulimia no discrimina, y llevarla en sus términos es un largo y sinuoso camino hacia la muerte: a las fallas sistémicas, la perdida del cabello, daños en el esófago, entre otros problemas causados por estas enfermedades; sin embargo, “vale la pena recorrerlo, quiero ser perfecta, controlarlo todo, llamar la atención” asegura una persona con este tipo de trastornos. Finalmente esto no se trata de juzgar a las personas y decir si estas chicas y chicos que padecen estos desórdenes se encuentran bien o mal, no es una cuestión de moralina, como generalmente se quiere tratar el asunto. Cada quien es libre de buscar su belleza como mejor le plazca, incluso a través de la muerte.

Desde luego hay cosas objetables, como que la mayoría de las personas que padecen un trastorno así, no se encuentran concientes –generalmente- de ello, o lo ven como una manera natural de comportarse, aunque en el fondo sepan que no lo es. Finalmente no hay que olvidar que alguien compulsivo será cegado por su obsesión y neurosis, hasta cualquier límite impuesto o no, y se orillará al paciente a sobrepasarlo. Hay que dejar en claro, por lo tanto, que un problema así no siempre empieza por algún fin estético. Recurriendo de nueva cuenta Freud, podría hablarse de una cuestión de superyó, además de diversos procesos psicológicos que evitan que la conformación del yo y del dominio del mismo se lleve a cabo. Controlar la comida y su ingesta, no es algo que se haga siempre pensando en el ‘voy a engordar’, aunque por desgracia es inevitable admitir que también pasa. Muchos de los casos de este tipo existen gracias a una imperiosa necesidad de adaptarse a un canon y sentirse como parte de la tribu poderosa o bella.

Lo peligroso de comerciales como estos no es que fomenten la anorexia y la bulimia per se, sino que la socializan haciendo de un desorden patológico -como la culpa por la ingesta de alimentos- algo perfectamente natural y por si fuera poco hasta característico de un género: “si no te preocupa, no eres mujer”

Definitivamente el comer algo y sentirse culpable por satisfacer una necesidad fisiológica y básica, no es algo natural, mucho menos su socialización. Como parte de un género que le guste o no a la publicidad, también es pensante y espero algún día se de cuenta que su definición nunca podrá hacerse a partir del contraste con lo masculino (Si les interesa acérquense a las teorías de Nancy Chodorow o a las aproximaciones de Melanie Klein, o Hellen Fisher), me rehúso a ‘comerme’ la idea en el comercial. Sobre todo a caer en su juego de socialización de un rol genérico.

No, yo soy orgullosamente mujer, si lo juro, a pesar de lo que mis amados compañeros digan o piensen, a pesar de tener apodos como “el amigo” o a los supuestos de que gracias a como pienso “hasta podría ser hombre.” No, soy mujer y una que no sé siente culpable de comerse muchísimas calorías en un helado si así lo decide. Yo soy muy controladora y miento si digo que no controlo mi dieta por una cuestión obsesa de mi salud y ciertos problemas derivados, pero no por una cuestión de culpabilidad en referencia con la ingesta. El sentirte culpable del placer es sólo el principio de sentirte culpable por vivir y eso, si lo sabré yo, te lleva a desarrollar una serie de patologías que tarde o temprano, te llevan a lugares que no quieres reconocer, ni encontrar.

Personalmente publicidad de este tipo, en efecto, me saca risa, pero también me provoca unas nauseas enormes…



08/10/08

Administrar...¿ qué?

"X: -¿alguien sabe por qué en las escuelas se enseña apreciación artística?

YO: - para aprender un poco de estética y saber apreciar las artes…

X: -si, bueno además para que los niños puedan ADMINISTRAR SUS EMOCIONES

YO: (pensando) que pendejada más grande…. Sigo leyendo…"

Estuve pensando el resto de la noche en ¿cómo demonios es que uno administra sus emociones? AD-MI-NIS-TRAR… me resulta una palabra grotesca, hasta obscena diría yo, tratándose de algo que el sólo hecho de intentar controlar, es capaz de generar una patología. Rumiando la idea, con la palabra ADMINISTRAR jodiéndome la cabeza, me di cuenta que en efecto, esa simple oración pronunciada por el interlocutor, con el menor de los intereses, me había generado una revolución mental que llegaba a la convulsión del asco. Sobre todo cuando pensaba en esa palabra y sus implicaciones unidas a algo que definitivamente, me resulta completamente humano: las emociones, el arte. ¡El arte con un carajo, el ARTE! ¡¿Cómo coños se va a administrar el arte?!

Pensar en administrar las emociones, la creatividad, el arte, me resultaría algo tan absurdo como administrar el oxigeno, para que todos nosotros, seres humanos, podamos llegar a la uniformidad sugerida de la moderación en el ecosistema. Sí, tal vez el interlocutor, no se refería a la palabra en ese sentido, pero su elección lexicográfica más que desafortunada, fue jodida. ¿Cómo putas algo que es el motor, el impuslo vital, la fuerza de Dionisio, el fuego de la misma vida, puede aprenderse a ser administrado, a partir del arte? No, No, No… que vaya y administre sus emociones cuando este cogiendo a ver si llega al asombroso estado Zen, a ver si es cierto que sin explosión y pasión, todo sabe más rico.

Mis estimados lectores, este tono de escritura me es muy nuevo, jamás me había sentido tan aludida y exasperada por una soez afirmación académica. ¿Pues que el pendejo no leyó a Joyce, a Rimbaud a Baudalaire, que nunca vio a Picasso, a Van Gogh, a la señorona de la Carrington, para pensar que en efecto, el arte no se administra? ¿Pero en qué putas estaba pensando, cuando hizo tal afirmación?

El arte es la explosión de las emociones, una expresión incontrolada que a veces te lleva a buen término y otras más, te hunde en las más profundas de las desesperaciones. El arte no administra, es válvula de escape cuyo comportamiento es, en la mayoría de los artistas, impredecible por el grado de viceralidad en el que se incurre. Es, ante todo, un ejercicio de expresión libre, que no es lo mismo que el simple ejercicio de la libertad de expresión.

Incluso los más racionales -como yo comprenderé- saben que las emociones en el momento de la creación artística o del paroxismo estético, resultan en algo incomprensible, explosivo y profundo, cuya administración está lejos de ser controladas. Llegando a sobrepasar los intereses inmediatos, haciendo que tus emociones se te desborden, cual llamaradas en tu cuerpo. [Tal vez sólo el Santo de Kant, libre de toda pasión y apegado a una rutina enfermiza, sea el único ser humano conocido, capaz de administrar sus emociones]

Eso de la administración, que se lo dejen a los empresarios de mierda, que buscan administrar todo, con la finalidad de optimizar sus rendimientos. Esa gente ‘tan seria’ como tiene a bien citar el Contador del Principito, es harina de otro costal. Los artistas, las personas creativas tenemos otro fin. Tenemos otra estrella, por más ridícula que yo me lea en este preciso segundo. Yo no busco administrarme en nada, me fascinan los excesos, nunca he sido moderada y mi carácter aunque apático y poco participativo, hasta tímido y bastante tranquilo, jamás se ha ido con medias tintas, menos en cuanto a creación artística se refiere… o apuestas o de plano te dejas ganar, pero uno no se anda con chingaderas… Carajo, ¿de qué otro modo se puede vivir; sino es en el límite de la locura? Francamente, no conozco otra forma y si alguien quiere contradecirme, adelante…

Por primera vez, mis estimados lectores ocacionales, los invito a un debate abierto: ¿a ustedes qué les gusta administrarse y/o administrar, si es que le hacen a eso?

Por mi parte, fuera del whisky que estoy a punto de tomar, cual jarabe mágico para mi salud mental, no pretendo hacerme una dosificación de nada más… disculpen el tono, el lenguaje y hasta la sintaxis… pero como que esto de la administración me ha traído un derroche de recursos.

Saludos mis estimados, y espero sus comentarios…

07/10/08

31 minutos:la película (reseña 'formal' jaja)

Escribí esto como parte de una tarea para mi clase de géneros, la comparto, aunque disculpen el tono solemne y serio... en un post venidero ya hablaré de mis emociones y experiencias que creánme, les tengo que contar...
Justificar a ambos lados“¡Salgan de la jaula! Brutos, de eso se trata la libertad”

A lo largo de América latina, el público infantil es ignorado, poco tomado en cuenta, o subestimado en el mejor de los casos. Cuando se piensa en producciones de programas infantiles, se habla de las grandes producciones estadounidenses, basura televisiva, en su mayoría o una que otra canadiense, con un poco más de calidad. La trama simple y el argumento forzado a la moraleja, pareciera la fórmula de cajón para la mayoría de producciones latinoamericanas, que pretenden la imitación de las ya creadas en los países del norte. Sin embargo, esto está cambiando y prueba de ello es 31 minutos, programa chileno realizado desde 2003 y que recientemente, Marzo de 2008, estrenó la película.

31 minutos: la película, fue en más de un sentido un reto para sus realizadores. Por un lado se buscaba romper con el formato seguido en los programas de televisión, y a la vez que este reconocido programa con títeres no perdiera su esencia al cruzar a la pantalla grande. Esto era realizar principalmente, un producto de calidad, hecho con un presupuesto decente y sobre todo, con un contenido inteligente capaz de entretener a chicos y grandes por igual. Por otra parte, la presión que tenía la película era mucha, ya que es la producción más cara en la historia de Chile, por lo que la apuesta por una película infantil de estas características fue muy fuerte.

Finalmente la manera en la que se resolvieron ambos intereses ha sido muy favorable. 31 minutos: la película, es un producto de calidad, que en efecto entretiene a toda la familia, y no con los chistes de tendencia lineal como podría pensarse. Por el contrario, ésta maneja dos discursos en líneas paralelas, lo que enriquece la trama. Está la interpretación infantil y lineal que predomina y es evidente, y el sentido subyacente en la infinidad de bromas irónicas, sarcásticas y referencias a política, finanzas entre otras cuestiones, que los adultos tenemos a bien agradecer en una película de corte para niños.

A pesar de los comentarios como una película híper producida, 31 minutos es, en mi opinión, una realización muy bien lograda que refleja a través del secuestro de Juanin Juan Harry, una realidad que sobrepasa los límites de la fantasía en la ciudad de Titiriquén. Con aventuras fantásticas, nuevos personajes, y una historia fuera de la localización del estudio habitual de la teleserie; 31 minutos: la película, revive los valores de amistad y lealtad a pesar de los defectos y diferencias de carácter. Haciendo de ella una invitación para todo público, que guste de un humor simple, pero inteligente, más allá de las superproducciones de Disney-Pixar, cuya falta de originalidad ya cae en lo ridículo.

A pesar de su corta duración, esta película es una historia para apreciarse y reírse de principio a fin. Sin duda se extrañan cuestiones clásicas de la serie, sin embargo, no son determinantes para descontextualizar a nuestros entrañables personajes en sus nuevas aventuras. En efecto, esta es una producción que a pesar de sus limitaciones no le pide nada a ninguna de los países vecinos, por el contrario tiene mucho que enseñar. Por ejemplo, el hecho de que una imaginación flexible, una buena inversión del presupuesto y una excelente historia, contada de manera estructurada y adecuada, no requiere grandes efectos especiales, ni animaciones millonarias, para realizar un producto final decoroso, digno de verse y disfrutarse.

En este sentido, cuando hablamos de cuánta producción infantil existe en nuestro país y nos encontramos con las animaciones del “Chavo del 8”, por enésima vez consecutiva, la frase de Juan Carlos Bodoque, en la película, nos hace reflexionar: “¡salgan de la jaula! Brutos, de eso se trata la libertad.” En un país enjaulado por la ignorancia y la falta de buen contenido, el sabor de boca de una buena historia con una narrativa maravillosa y un montón de imaginación, como lo es ésta, nos recuerdan que la jaula no siempre tiene la misma forma. ¿Cuánto tiempo más estaremos enjaulados en la imitación y en la falta de producciones decentes, pero sobre todo inteligentes para lo que se dice el futuro del país?

Mientras formulamos la respuesta a la pregunta, y a que se decidan a estrenar 31 minutos: la película, en nuestro país, Canal 11 estrenará la tercera temporada de la serie en televisión. Así como también, editorial planeta editará los libros ‘Rojo’ y ‘Verde’ de Juan Carlos Bodoque, entre otras sorpresas, para los seguidores de esta serie que cada día son más y no necesariamente niños.