25/11/09

Cuéntame una historia: El año pasado en Marienbad


“Metaphor for a missing moment

Pull me into your perfect circle”

A perfect Circle- Orestes

Las historias nos fascinan, gracias a la posibilidad de realidad y potencial onírico que manejan en su construcción. Lo sabía Szcherezade, quien conservó su vida precisamente contando historias que incompletas o mejor dicho inacabadas, se sucedían una tras otra, para embelezar a su oyente y lograr mantenerse con vida una noche, un día, un mes, un año más. El tiempo era irrelevante, la historia, por su parte resultaba lo verdaderamente trascendente. Eso lo comprendió Scherezade y también Alain Resnais quien, en la película ‘El año pasado en Marienbad’, nos cuenta una historia retorcida por la memoria, pero igualmente fascinante a las Mil y una noches.

El año pasado algo pasó en Marienbad. Las personas hablan de ello en sus pasillos que simulan laberintos, hablan de ello en sus jardines que lo son igualmente, pero ¿qué fue lo que pasó? La verdad, pareciera engullida por los susurros de sus gruesas alfombras y paredes. La verdad, es que nadie sabe que sucedió exactamente, pero eso no es lo importante. Una historia definida, con un contexto relativo, nos permite contar múltiples historias, con significados diferentes y reconstrucciones aún más disímiles. Nos permite, sobre todo, mentir en los recuerdos, en los terrenos íntimos de la memoria, para recordar lo que no pasó y sumergirse entonces en una melancolía que parece renacer en una sórdida nostalgia.

El ambiente en la película es de una teatralidad que permite un tránsito algo hipnótico por una realidad reconstruida a partir de dos amantes, o dos desconocidos, que buscan convencerse el uno al otro, no sólo de que se conocen y no, sino de que pudieron amarse o no. En otras palabras, de algo que pudo o no suceder el año pasado en ese lugar o en cualquier otro, denominado Marienbad. Un lugar que, como la película que lo describe, no conoce de intermedios y posturas moderadas. Se construye a partir de movimiento y pausas, luz y sombra, amor o indiferencia, terror o fascinación, pero siempre posado en uno u otro, jamás en los dos juntos.

La vida en Marienbad, un hotel de descanso, se retrata como un juego de estrategia donde puede ganarse siempre, mientras se siga la estrategia correcta. La memoria por desgracia no entiende de lógicas absolutas y sus estrategias se vuelven confusas y se antojan imposibles para llegar a un resultado definitivo. El juego de Nim[1] es logarítmico, lógico. Marienbad, en cambio, se presta a las estrategias infinitas de la quántica, en una sinapsis neuronal que persigue la reconstrucción onírica e inconciente de un recuerdo, modificado tal vez, por la más inverosímil realidad.

Los hechos objetivos en la trama de una historia como esta, están sobrevaluados. ¿Qué importancia tienen los nombres, el lugar, los personajes, cuando lo que importa es el deseo? ¿Si la memoria en amistad con la poesía, estará presente para comprender aquel delirio y la metáfora, eterna concubina, terminará cerrando el significado? Si recordar es volver a vivir ¿por qué no vivir la historia de un deseo y entregarnos a la locura del olvido para soportar la nimiedad del presente?

Recorrer los laberintos de la mente puede llevarnos al año pasado en Marienbad donde para contar una historia, se necesita contarla desde lo que fue, desde lo que pudo ser y también desde lo que deseábamos que fuera y no pasó. Cualquier juego, otros amantes cualesquiera, cualquier historia, lo importante es que ésta, no sucedió y si lo hizo, fue seguramente diferente, pero alguien tiene que reconstruirla y contarla como mejor se pueda. Alain Resnais juega entonces al papel de Szscherezade y va hilando trozos de la historia, que no está incompleta, sino inacabada. Tal vez para que ésta, no sucumba ante la realización del deseo que significaría la muerte inmediata para éste y lograr así conservarle la vida, un día, un mes, una noche, un año más, lo necesario, no importa.

El año pasado en Marienbad” (1961) es una película que se considera de culto, y que muchos tacharán sin duda de snobismo cinematográfico, de ser una historia incomprensible, rebuscada o incluso de no tener historia. Sin embargo, es un ejemplo maravilloso del montaje que obedece a las innovaciones propias de la corriente francesa del ‘Nouveau cinema’ y que sin duda Resnais adopta como sello personal al hacer del acaecer mnemotécnico, es decir de la memoria y su reconstrucción, a partir de los recuerdos de los personajes, el ingrediente principal de muchas de sus películas, como Hiroshima Mon amour de 1959.

Si fueron de su gusto películas como Eterno resplandor de una mente sin recuerdos, o Memento, ejemplos más actuales que comparten el estilo de montaje y construcción de la historia, El año pasado en Marienbad se antoja imperdible. Si por el contrario, su preferencia cinematográfica son historias lineales, en montajes un tanto menos surrealistas olvide el nombre de esta película, pues como diría ya la famosa frase ‘bienaventurados aquellos que olvidan, pues obtendrán lo mejor a pesar de sus errores’.


[1] Es el nombre del juego que se presenta durante varios cuadros de la película. A partir de ella se le conoce también como el juego de Marienbad

07/11/09

La noche de todos los Santos...

-Pero hijos, me da mucha pena ver que nuestras tradiciones se están perdiendo, hay que tener cuidado. Es muy triste ver que los niños del pueblo están pidiendo para su ‘Halloween’ en lugar de su calaverita. Hay que rescatar las tradiciones de la calaverita, esa es una verdadera tradición católica. El Halloween es gringo, no es nuestro. A la salida en su periódico parroquial “El mensajero” hay un artículo muy interesante con 7 razones para rechazar el Halloween que es una tradición pagana; recordemos que los paganos no son católicos.-

Mientras te diriges camino a la salida de la iglesia, piensas como es que junto a los ‘Apóstoles de la vela perpetua’ que venden ‘El mensajero’, es posible que esté también una hoguera para quemar a los paganos, que hay que recordar no son católicos. – No somos católicos- te incluyes, pero eso dentro de un templo es herejía así que te apresuras a salir, para no caer en tentaciones y pensarlo a gusto, mientras bebes el rompope de las monjas que es lo único que te lleva a misa de lugares tan alejados como un pueblo por hidalgo.

¿Y si las tradiciones se pierden qué?-te preguntas con desgana – ¿A poco el padre sabe en que consisten las tradiciones mexicanas de a de veras? ¿En serio el Halloween y la calaverita son tan diferentes? – te respondes que no, mientras sigues caminando hacia la barbacoa al final de la plaza y te detienes a comprar un litro de pulque para complementar el desayuno. -Pinche iglesia católica y sus chaqueteos mentales, les gusta confundir, pero lo hacen para dominar.- Piensas que eso, es el ejercicio del poder en su máxima expresión y no Calderón extinguiendo Luz y Fuerza.-

¿Quién le dijo al padre que la tradición mexicana está en pedir, cuando en un día sagrado como hoy, la idea es ofrendar? Recordar a nuestros muertos, tenerlos presentes -suspiras por los tuyos- hoy es el día en que te permites extrañarlos y sentirlos cerca. Hoy, es el día en que se cruzan las barreras de todos los mundos y planos cuánticos, cuando la energía, sea cual sea su ecuación, se desprende desde la tierra misma, cuando el tiempo sagrado renueva los ciclos y las personas que ya no están contigo vuelven para besarte la frente como cuando eras niña.

Sientes los labios de tu abuelo y la caricia de su mano en tu pelo. De pronto eres de nuevo una niña vestida de princesa o de mujer maravilla, es lo de menos, cada año era lo mismo. Te compraban un vestido o un disfraz que usarías en la ‘noche de brujas,’ pero antes de usarlo ayudarías a poner la ofrenda. Desde muy temprano el olor a mole y pollo era notorio, los condimentos fuertes del arroz cuando se sofríen elevaban sus aromas por afuera incluso de la casa, todos esos olores se mezclaban con el copal que se quemaba desde la madrugada. Todo el día, las mujeres de la familia, se dedicaban a complacer los caprichos de los invitados a la ofrenda, tú sabías que la comida no sería servida hasta el día siguiente, -hoy los muertos comen primero- te decían tus tías y tú lo acatabas como la realidad más absoluta.

Danzabas de un lado a otro, con la inmunidad que te daba ser la única niña de la familia, o al menos la única interesada en ayudar en la cocina y no salir a jugar con los demás primos. Llevabas papas, flores, papeles, calaveras de azúcar, botellas, siempre y cuando su peso te permitiera transportarlas. A veces batías los huevos para el merengue y de vez en cuando te robabas probaditas con el dedo del pulque que se usaba para levantar las claras, claro hasta que tu abuelo te sorprendía. – ¡Cabrona muchacha, así no! Uno no mete los dedos a la comida.- Entonces agarraba un Mundet rojo y te lo daba en un vaso previo pulque servido. – Así, como la gente- te apurabas a tomarlo y después, de manera invariable metías el dedo a la azúcar glass cuando nadie te pusiera atención.

Para medio día la ofrenda estaba puesta. El papel picado con motivos calaveriles era el mantel que se ponía en la mesa, que era movida al centro de la sala, para tenerla justo a la entrada y a la vista. El espectáculo era hermoso y sumamente colorido. Botellas de vino, cigarros, copas, fotografías, calaveras de azúcar con los nombres de la familia vivos y muertos. Dominós y barajas, todo adornado con el colorido de las flores y texturas. Para la tarde todo el aroma a comida se diluía poco a poco en el de incienso, crisantemos y cempasúchil. Al caer la oscuridad las veladoras eran encendidas y la sala se llenaba de un extraño calor que te hacia dormir en el sillón, hasta que te despertaban para que fueran a cambiarte con tu disfraz nuevo.

De pronto, te sientes en el calor de la hoguera, aunque el viento es frío, el humo de la cecina a tu lado, el olor tan inconfundible de la carne, te hace pensar que tal vez pudiste ser tú la que se quemara en otros tiempos, en troncos muy parecidos. Te lamentas no haber comprado el mensajero para comprender esas 7 razones indispensables para rechazar el Halloween y pedir calaverita, unirte al rebaño y tomar la cicuta de la conformidad. Pero ya es tarde, lo sabes. ¿Para qué pensar en lo que pudo ser?

Esta noche al llegar a tu casa, prenderás cuatro velas blancas sobre un altar que tendrá una representación de cada elemento. Al centro estará una calabaza que secarás cuidadosamente y guardarás hasta el próximo año para colocarla junto a la nueva, en señal de vida, muerte y renovación. Probablemente rezaras un rosario, aunque sea por el puro recuerdo de los ritos familiares de tu infancia; al pasar cada una de las cuentas, sentirás las manos de tu tía abuela explicándote como debe usarse. Pondrás, pan, coca-cola, agua y cartas sobre la mesa. Encenderás un puro y jugarás un solitario, mientras recuerdas a tu abuelo dándote las instrucciones para aprender a jugarlo con un estilo muy diferente al que hoy se usa gracias a las computadoras – sí, las tradiciones se pierden- te llega a la mente de repente.

Te tomarás un whisky y dejarás un caballito de tequila a la cabecera de la mesa. Pondrás una calavera de azúcar en el altar, por cada alma que esa noche te acompaña y humearás el copal y la mirra, para hacer más agradable su estadía a tu lado. Hacia la media noche y con una luna llena hermosa sobre lo alto, derramarás algún vino sobre la entrada de tu casa, y arrojaras puños de sal a las esquinas donde ya estaba el cempasúchil. Cuando algún niño, toque a tu puerta, saldrás en tu vestido y sombrero de pico negros, a ofrecerles un dulce para su Halloween, o su calaverita, el término es lo más irrelevante, lo importante es lograr esa sonrisa franca y sincera que sólo los niños saben ofrendar a cambio. Esta noche es un momento para ofrecer, para recordar e irónicamente, para revivir lo más humano en ti misma.

Hoy, todos están invitados vivos, muertos y nostálgicos, a la tradición universal de la ‘Noche de todos los santos’, elAll Hallows Eve’, el Halloween’, el ‘Samahin’, el ‘Día de muertos’, ‘La noche de Brujas,’ hoy es la noche en la que todos, hasta tú, puedes revivir las experiencias más hermosas como cuando estabas viva. Y lo más importante, junto aquellos que se tomen la molestia de ponerte un vaso de agua en la mesa e invitarte a tomar un whisky. Amén de que así sea ¡Salud!