“Metaphor for a missing moment
Pull me into your perfect circle”
A perfect Circle- Orestes
Las historias nos fascinan, gracias a la posibilidad de realidad y potencial onírico que manejan en su construcción. Lo sabía Szcherezade, quien conservó su vida precisamente contando historias que incompletas o mejor dicho inacabadas, se sucedían una tras otra, para embelezar a su oyente y lograr mantenerse con vida una noche, un día, un mes, un año más. El tiempo era irrelevante, la historia, por su parte resultaba lo verdaderamente trascendente. Eso lo comprendió Scherezade y también Alain Resnais quien, en la película ‘El año pasado en Marienbad’, nos cuenta una historia retorcida por la memoria, pero igualmente fascinante a las Mil y una noches.
El año pasado algo pasó en Marienbad. Las personas hablan de ello en sus pasillos que simulan laberintos, hablan de ello en sus jardines que lo son igualmente, pero ¿qué fue lo que pasó? La verdad, pareciera engullida por los susurros de sus gruesas alfombras y paredes. La verdad, es que nadie sabe que sucedió exactamente, pero eso no es lo importante. Una historia definida, con un contexto relativo, nos permite contar múltiples historias, con significados diferentes y reconstrucciones aún más disímiles. Nos permite, sobre todo, mentir en los recuerdos, en los terrenos íntimos de la memoria, para recordar lo que no pasó y sumergirse entonces en una melancolía que parece renacer en una sórdida nostalgia.
El ambiente en la película es de una teatralidad que permite un tránsito algo hipnótico por una realidad reconstruida a partir de dos amantes, o dos desconocidos, que buscan convencerse el uno al otro, no sólo de que se conocen y no, sino de que pudieron amarse o no. En otras palabras, de algo que pudo o no suceder el año pasado en ese lugar o en cualquier otro, denominado Marienbad. Un lugar que, como la película que lo describe, no conoce de intermedios y posturas moderadas. Se construye a partir de movimiento y pausas, luz y sombra, amor o indiferencia, terror o fascinación, pero siempre posado en uno u otro, jamás en los dos juntos.
La vida en Marienbad, un hotel de descanso, se retrata como un juego de estrategia donde puede ganarse siempre, mientras se siga la estrategia correcta. La memoria por desgracia no entiende de lógicas absolutas y sus estrategias se vuelven confusas y se antojan imposibles para llegar a un resultado definitivo. El juego de Nim[1] es logarítmico, lógico. Marienbad, en cambio, se presta a las estrategias infinitas de la quántica, en una sinapsis neuronal que persigue la reconstrucción onírica e inconciente de un recuerdo, modificado tal vez, por la más inverosímil realidad.
Los hechos objetivos en la trama de una historia como esta, están sobrevaluados. ¿Qué importancia tienen los nombres, el lugar, los personajes, cuando lo que importa es el deseo? ¿Si la memoria en amistad con la poesía, estará presente para comprender aquel delirio y la metáfora, eterna concubina, terminará cerrando el significado? Si recordar es volver a vivir ¿por qué no vivir la historia de un deseo y entregarnos a la locura del olvido para soportar la nimiedad del presente?
Recorrer los laberintos de la mente puede llevarnos al año pasado en Marienbad donde para contar una historia, se necesita contarla desde lo que fue, desde lo que pudo ser y también desde lo que deseábamos que fuera y no pasó. Cualquier juego, otros amantes cualesquiera, cualquier historia, lo importante es que ésta, no sucedió y si lo hizo, fue seguramente diferente, pero alguien tiene que reconstruirla y contarla como mejor se pueda. Alain Resnais juega entonces al papel de Szscherezade y va hilando trozos de la historia, que no está incompleta, sino inacabada. Tal vez para que ésta, no sucumba ante la realización del deseo que significaría la muerte inmediata para éste y lograr así conservarle la vida, un día, un mes, una noche, un año más, lo necesario, no importa.
“El año pasado en Marienbad” (1961) es una película que se considera de culto, y que muchos tacharán sin duda de snobismo cinematográfico, de ser una historia incomprensible, rebuscada o incluso de no tener historia. Sin embargo, es un ejemplo maravilloso del montaje que obedece a las innovaciones propias de la corriente francesa del ‘Nouveau cinema’ y que sin duda Resnais adopta como sello personal al hacer del acaecer mnemotécnico, es decir de la memoria y su reconstrucción, a partir de los recuerdos de los personajes, el ingrediente principal de muchas de sus películas, como Hiroshima Mon amour de 1959.
Si fueron de su gusto películas como Eterno resplandor de una mente sin recuerdos, o Memento, ejemplos más actuales que comparten el estilo de montaje y construcción de la historia, El año pasado en Marienbad se antoja imperdible. Si por el contrario, su preferencia cinematográfica son historias lineales, en montajes un tanto menos surrealistas olvide el nombre de esta película, pues como diría ya la famosa frase ‘bienaventurados aquellos que olvidan, pues obtendrán lo mejor a pesar de sus errores’.
[1] Es el nombre del juego que se presenta durante varios cuadros de la película. A partir de ella se le conoce también como el juego de Marienbad