Cuando uno viaja por castillos y estructuras maravillosas (como el bosque de Chapultepec) es imposible no pensar en la manera en que la macro historia, nos involucra a todos no sólo como mexicanos, sino como parte de la humanidad misma. Uno puede asombrase de la manera en que las piedras se fueron apilando poco a poco, hasta construir uno de los lugares más impresionantes y hermosos que he visto en mi vida. También, podemos asombrarnos de la manera en que se apila la tierra en una tumba y de cómo toda la microhistoria de la vida humana que atesora se va perdiendo, salvo extraordinarias excepciones, en el tiempo. Podemos asombrarnos de muchísimas cosas, pero no hay manera de hacerlas aprensibles al razonamiento intelectual de manera absoluta. Los pequeños detalles, esos irrepetibles, son los que de alguna manera nos ayudan a construir el significado simbólico que nos hace más aprensible, el tiempo, el espacio y en general la vida y desde luego nuestra historia.
Observar a las ardillas, hablar con ellas, detenerte a la mitad de un puente para observar un cielo y un paisaje francamente extraordinario, la bandera, y hasta a los niños mojándose como si no supieran que el agua con la que lo están haciendo está llena de bacterias (creo que en realidad no lo saben) es maravilloso, eso es lo que le da significado a una salida cultural y teórica, eso es lo que vuelve aprensible el viento y la lluvia como algo mágico y que tarde o temprano llevará a nuevas palabras y significaciones, o mejor dicho: resignificaciones.
Por que después de todo, después de la historia, después incluso de la vida, siempre queda el símbolo y la exégesis del mismo… todo en un eterno intercambio, que incluye mucho más que los elementos comunicativos y hacen partícipes a otros terriorios de los universos, que planean las coincidencias perfectas... desde la magia de un bosque... hasta la cotideanidad del metro... cuestion de descubrirlas.
1 comentario:
La mejor historia, siempre es la que esta por escribirse...Ich liebe dich
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