Absolutamente tierno, absolutamente sensible, una luz que va y nos deja. De pronto la poesía me toma por sorpresa triste y apurada… le digo q no tengo tiempo, pero no me deja de dar vuelta en la cabeza, una canción una frase, todo inicia con un fragmento. A veces el fragmento crece y se vuelve glorioso, otras veces solamente se queda aguardando y se vuelve un Frankenstein con vida propia y una voluntad atroz. Revivir a los muertos es un pecado, pero nunca lo será si de lo que se trata es revivir al muerto amante, traerlo del inframundo, rogarle con el corazón que nos abrace desde el más allá. ISIS nos daría su bendición ella también lo hizo. Sigo escribiendo., esto es automático una retahíla de fragmentos, con relación y o sin ella, salen de mis dedos aunque quisieran salir por mis ojos o se gritados hacia un cielo negrísimo, profundo que no deja parecer a la luna n el Samahín está muy cerca y de pronto un ciclo más termina y nada cambia. El tedio cotidiano nos carcome, no aleja de lo que nos da calor, de lo que nos da vida, de lo que nos permite seguir adelante… a veces todo simplemente es muy gris, aún así es Samahín y todo se renueva, sean retazos o no, sean fragmentos o no, estemos vivos o muertos, siempre existe una redención en estas fechas… formulemos un deseo, quién sabe y la luna se porte generosa con nosotros una vez más para el año siguiente… Ya es tiempo de derramar el vino en el suelo y poner sal a la entrada de las puertas…
Durante mediados de los años ochenta el fenómeno de la violencia en el futbol o el ‘Hooliganismo’ surgió en los medios de información como una novedad morbosa y que se creía, estaba fuera de contexto del clásico y famoso frío comportamiento británico. Bill Bufford, se da a la tarea de investigar esta violencia situacional a fondo, desechando sus prejuicios a favor de una meta más grande: la comprensión de los acontecimientos. Se introduce así en una fuerte relación de amor-odio con este fenómeno, que lo llevará a viajar durante ocho años por diversos lugares de Europa, siguiendo a hinchas de diferentes equipos de futbol e involucrándose en sus formas poco convencionales de diversión, para llegar a escribir un reportaje que –contrario a todas las expectativas- NO habla de futbol.
En “Entre los Vándalos”, el futbol pasará a convertirse en contexto y personaje secundario de la narración. Las acciones y eventos que se desarrollan a lo largo de la historia o historias que se encuentran en el libro, podrían desarrollarse alrededor de cualquier otra cosa, un mitin político, o puesto que tal y como diría Bruce Dickinson –vocalista de Iron Maiden- “Un concierto en América Latina, es como tocar para seguidores de Futbol”, un concierto de metal, o de cualquier otro género. Finalmente, nos estamos refiriendo al mismo fenómeno de violencia masiva e incontrolada ¿o no?
Con una narrativa rápida, estructurada y llena de descripciones dignas de una novela de ficción fantástica, la realidad se nos impone como un cuento de hadas desencantado y caótico. Alrededor de los seguidores de los equipos de futbol, coexiste una dinámica social interesante formada por diversas subculturas organizadas y relacionadas con diversas actividades de la vida diaria. Los partidos de futbol son el pretexto de coyuntura para todas ellas, desde la vida policiaca y sus acuerdos tácitos de corrupción, o el ‘National Front’ en su zona favorita para recaudar militantes, pasando por los traficantes de droga y comerciantes de dinero falso, hasta llegar a los periodistas y el show mediático de su fauna social favorita: los inadaptados. Toda una pequeña sociedad alrededor de un solo acontecimiento que resulta secundario: el futbol y sus aficionados, quienes adisgustos con su entorno, están dispuestos a disfrutar del alcohol y el rock ’n’ roll de una violencia efervescente, como el perfecto antiácido para la resaca de la anomia y alienación social.
Bill Bufford describe las acciones de una masa impredecible, mediante el romance de la lírica narrativa, chocando en seco con el hartazgo violento y definido de la realidad más atroz y quizá por eso, la más cotidiana. La masa, descrita como el animal bestial e idiota, pero que también es el culpable de las grandes revoluciones, los cambios sociales y la caída de sistemas políticos e imperios, en otras palabras, describe a la señora sociedad civil, hoy enajenada en los Clubes de futbol. Mismos que se convierten en las nuevas naciones globalizadas y glocalizadas. Nuevas patrias para sujetos desarraigados, que sin importar su situación socioeconómica, buscan conformar una identidad en estos nuevos entes de dominio, constituidos como una empresa que obedece -como todas- al capital de los intereses mundiales. Los himnos erigidos a estas nuevas identidades, conforman un nuevo juego de poder que pocos conocen y que otros además, no quieren conocer o no les interesa hacerlo, pero que da la clave para entender un fenómeno que nació en los ochenta, pero que se ha transformado y ha llegado hasta nuestros días con la misma vigencia.
No, este libro no habla de futbol, habla del comportamiento humano y de la dinámica social, cada vez más alejada de lo denominado político, y a la vez jamás tan envuelta, inconcientemente, por lo político y sus maquinaciones más perversas. Este reportaje, nos obliga a pensar que en cada cántico como “Rule Britania” o “Glory, Glory, Man United” existe un trasfondo que trasciende a cualquier deporte e incluso lo extrapola más allá de la guerra, del imperialismo, o de un nacionalismo exacerbado y xenofóbico; para situarlo dentro de la conformación más íntima del ‘Yo’, en un mundo empecinado en fragmentarlo, diluirlo y desparecerlo. No importa si este proceso ocurre entre las marcas, la política, la música o entre los vándalos, en fin, entre lo que sea. Después de todo, la violencia, el hecho colectivo, es lo que prevalece por sobre el individuo y lo que captura fácilmente a la memoria. Lo que importa, es la insoportable levedad del ser enraizada a sus cimientos más profundos, los instintos y sus pasiones.
“Entre los Vándalos” del periodista norteamericano Bill Bufford, editado por Anagrama en 1991, es ahora uno de esos libros raros como los unicornios, pero si lo encuentra usted en alguna librería, no dude en comprarlo y sobre todo en leerlo. Pues repito, aquí, el futbol es sólo el contexto de una pregunta central ¿Quiénes son los verdaderos vándalos? ¿Los hinchas, la policía, la masa, el sujeto, los ‘hooligans’ o simplemente el contexto social? La respuesta, estimado lector, se encuentra a su consideración.
Cuando yo tenía 15 años, la gente solía llamarme ‘darketa’. Lo anterior, no es una confesión, que absurdo si lo fuera, eso es una obviedad, que hasta la fecha tiene reminiscencias. A esa edad, además de mi ropa oscura, maquillaje de noche -permanente- escuchar a ciertas bandas de rock y ciertos hábitos poco comunes como fumarme una cajetilla de cigarros negros (como están hoy en día mis pulmones) y beberme una botella de tinto al día, tenía la mala costumbre de saltarme clases y leer lo que según yo aumentaba mi formación humana. La literatura ‘dark’ o ‘gótica’ como se le conoce, aunque no es lo mismo, estaba por llamarlo de algún modo, en la lista prioritaria de libros que consumía cual caramelos tranquilizantes. En este sentido nunca discriminé autor alguno, y los libros que mis ojos y dedos saboreaban viajaban como en tren bala de Baudelaire a Lewis Carrol, de Saint- Exupéry a Albert Camus y de Lovecraft o Poe, a la “Reina Maldita:” Anne Rice. Sobre ésta última les contaré una historia de terror, que por ese entonces se me antojaba imposible. Escritora de “culto” y lo entrecomillo porque no hay tal cosa en una autora cuyas obras han sido ‘best sellers’, Anne Rice ha escrito más de 25 libros, además de cuentos y ensayos históricos. Entre los primeros, figura la serie de “Crónicas vampíricas” como posteriormente se les denominó y que empezarían con “Entrevista con el Vampiro” en 1976 (libro que se volvió película en 1994) y terminaría en 2003 con la publicación de “Cántico de Sangre.” A esta serie se le unirían dos obras más del mismo tema llamadas “Las nuevas historias de vampiros”, “Pandora” y “Vittorio”, publicados en 1998 y 1999 respectivamente y que completan todo lo escrito por la autora referente al tema, con un total de 12 libros, aproximadamente la mitad de su obra. La otra tiene temas tan diversos y variados, como la historia de nueva Orleans, Brujas, espíritus antiguos, así como relatos eróticos que fácilmente le hacen competencia al Marqués de Sade, pero esos sí… son otra historia. Regresando a los vampiros, -y a mi edad de 15 años- yo me bebí todos los libros de la autora que pude conseguir y comprar (por que a esta autora se le bebe, no se le lee) hasta que cumplí 22 y se me acabaron las botellas, pero no las ganas. Toda mi colección me fue llegando muchas veces de lugares tan lejanos como España, Italia, Suecia o Ingaleterra, que prontamente mi biblioteca se fue llenando de ediciones especiales y formatos tan extraños y diferentes a los encontrados en México, que aun hoy, el lugar que ocupan estos ejemplares dentro ella es una especie de altar, donde se encuentra toda la sabiduría de mi adolescencia (que simple es uno cuando es adolescente). Cada uno, a su manera me marcó de maneras profundas y diversas, muchos incluso hoy, se vuelven referencias obligadas en mi vida porque son ese tipo de lectura que puedes rebeber sin temor a indigestarte. El universo de Rice, sea vampírico, histórico, de brujas o sexual, es siempre un trago apetecible como el buen tinto. Ya sea por la narrativa, a la vez fluida y elegante, o por la precisión histórica que esta autora maneja con el rigor de una celadora muy pendiente de su oficio, pero sobre todo, por las diversas temáticas que aborda a través de cada personaje. Leer las crónicas vampíricas no es leer sobre vampiros, no es transportarte a un mundo ajeno y fantástico donde lo imposible se vuelve cotidiano. Por el contrario, el éxito de Rice reside en que a través de estos seres se dejan al descubierto los pensamientos, emociones y frustraciones más humanas, logrando así que lo más cotidiano se vuelva fascinante. De la mano de Rice conocí a autores tan interesantes como a William Blake, o aWilliam Styron, conocí de música, y pintores entre otras muchas referencias que te llevaban de un autor de filosofía a otro con una exactitud tan vertiginosa como yo cambiaba de lectura. Pero esto es una historia de terror, no lo olviden. Anne Rice, dejó de escribir en el 2003 con el punto final a las crónicas vampíricas y en sí a todo su ciclo oscuro, para dar un giro católico (¡El horror!) y publicar en 2005 (después de tanto esperar una nueva botella) el único tema que desde esa fecha y en adelante será su motivación: Cristo. Intenté leer “El niño judío”, pero he de admitir no llegué ni a la mitad, “la reina Maldita” buscaba salvación y al respecto no hay mucho que hacer. En su ocaso, una princesa ha usurpado el lugar que por años llevó Rice dentro de la literatura mal llamada ‘gótica’: Setephanie Meyer. Ella, con su serie de libros Crepúsculo, (2005) Luna nueva, Eclipse y Amanecer, publicados consecutivamente hasta 2008, ha logrado posicionarse en la preferencia del público y consagrarse, como la nueva ‘Reina de los vampiros’ en la también nueva generación de los que ahora llaman como a mi a los 15 “darketos” o “góticos.” A 10 años de tener ese apelativo, cuando sigo fumando cigarros que me dejan negros los pulmones aunque su color sea blanco y tengan doble filtro, leer a Meyer me produce una desazón inminente. Ninguno de sus libros me ofreció una narrativa elegante, su estructura es cuadrada y digamos predecible, la historia se desarrolla, sin filosofía u emociones complejas, es –por llamarlo de algún modo- un best seller hecho y derecho, que jamás podría llevar un apelativo de literatura de “culto”. Estos libros, entran en el grupo de hacer cotidiano lo fantástico, con una historia de amor ‘tan imposible’ como resulta cualquier otra en la vida de cualquier preparatoriana enamorada del chico malo. Pienso en que será de las futuras generaciones de ‘darkies’ sin leer a la ya consagrada de la literatura, Anne Rice, dejados a la merced de una princesa cuyo mayor logro es contar cursis historias de amor. Mismas que tarde o temprano, se descubrirá son sólo otras tantas que obedecen al mito de la cenicienta, aunque para llegar al castillo, ésta se tenga que vestir como ‘gothic lolita’ y en lugar de perder la zapatilla se le haya rasgado una media…
PD. si no updateo esto antes...Feliz Samahin a todos y que la Luna los colme de bendiciones eternas…
Me está temblando el párpado del ojo, pero no tengo la menor intención de tomarme el complejo B con tiamina para restablecer mis desgarrados nervios. Me siento profunda y absolutamente culpable.
Mi razón, me da argumentos lógicos y hasta válidos para convencerme sobre lo acertado de mi decisión. Mis emociones, por el contrario, no me permiten conseguir la paz, mucho menos la resignación. Estoy en falta. Algo invariable e irremediablemente se encuentra ausente a pesar de su discreción.
Yo misma, de encontrarme en su estado, hubiese suplicado la eutanasia; pero ciertamente yo puedo caminar, ver, escuchar y hasta comer, yo tengo todas mis funciones y sentidos, en otras palabras, yo no soy ella y dadas las circunstancias sus deseos me son incognoscibles.
Me hubiese gustado ver esa mirada como la de aquellos otros que en su agonía, desesperación o cansancio, se despedían a través de sus ojos manifestando, de manera clara, sus deseos. Pero con ella no fue así, la duda se incrusta en mi mente cual sanguijuela hambrienta, me desgarra, me carcome. Me convenzo de que ella lo hubiese querido así, pero lo dudo, ese sentimiento no me suelta. Yo hubiese rogado por el desenlace, pero ella ¿también?
Tembló todo el camino hacia el lugar. ¿Lo sabia? ¿Lo presentía? ¿Estaba conforme? No lo sé. Justo antes de que se la llevaran, mientras esperábamos en la sala y nos despedíamos de ella torpemente aulló. Fue un sonido débil, sordo, como para nadie y todos. No era miedo lo que percibía en su ladrido, otra cosa, una súplica, un consejo, un adiós apresurado, otra vez, no lo sé.
Intento levantarse de la plancha, echarse a correr, pero sus piernas, cansadas y entumecidas por la artritis no le respondieron, 19 años son muchos, demasiados cuando a los 15 ya eres un anciano.
Puedo imaginarme sus últimos momentos. Hay sombras regadas por doquier de un lugar desconocido. Olores diluidos de objetos y personas que me son extrañas, ya no identifico. El zumbido sordo del silencio y de pronto un pinchazo y... ¿la oscuridad?¿el descanso?¿la luz? ¿la tranquilidad? Tampoco lo sé, eso no puedo imaginarlo.
Me hubiese gustado que mis últimas palabras no hubiesen sido “Candy, Candy, No te vallas” en ese tono de súplica errática de quien lo da todo por perdido, mientras se le nubla la conciencia por la tristeza que le embarga todo el cuerpo y se le derrama por los ojos. Me hubiese gustado dejar de llorar para decir al Dr. -Yo entro- y tomarla de una pata mientras todo terminaba, pero no pude. Fiel a mis miedos y traumas seguí llorando sin reaccionar del todo, sin atreverme a nada. Seguí llorando como si eso resolviera algo o me ayudara. De nuevo NADA.
Me siento culpable y además impotente, azorada de haber permitido que el 15 % de racionalidad que me conforma como ser humano, haya ganado la batalla al 85% de emoción restante. Estoy en falta y me siento profunda y absolutamente culpable y confundida, tanto que ayer me he abierto la ceja por 'accidente' y hoy se me ha olvidado ponerme el protector solar y todas mis medicinas. Freud tendría cosas importantes que añadir. De mi parte, no quiero decir nada más, salvo una oración profunda y sincera por la mascota que me acompañó durante 19 años de mi vida y que hoy a las 10 35 am. Dejó de existir. Requiescat In Pace Candy.
La Luna Roja es objeto de leyenda y metáfora. En tiempos antiguos se identificaba con la sangre, la fertilidad y la guerra. Es significado y significante de una sabiduría que se otorga, sólo después de cruzar el umbral de la Locura. Esa misma, que de vez en cuando nos desgarra al traspasar el otro lado del espejo. Este es mi país de las maravillas. Donde mí Luna, tan roja como el sol mismo, es la guía y luz de mis palabras.