22/06/10

Sentir es distraerse...

Sad I cry está sonando como un eco deslavado, al fondo de la habitación. Giovanna sigue pensando en tragarse sus palabras y regresar a la locura de la incomunicación. Perderse. En otro mundo, en ser esa Otra por un segundo… Esa otra que no sufre, que es una reina, cuyo destino no pende de un hilo a cada respiración, perderse en esa posibilidad de frialdad y dominio, ser aquella que la pretende a cada movimiento: Akasha…
Pér-di-da... esa palabra duele ahora más que nunca. Las realidades sociales y personales se mezclan de una manera inconclusa y perversa. La televisión arroja una semblanza y entrevistas burdas sobre una persona que admiraba. Monsiváis, ‘el intelectual’, [‘el Moncho’ dice ella para sus adentros] ha muerto… hoy alas 2 pm… si no había ánimo de festejos, la luz monótona de la Tv en el cuarto lo confirma… yo no puedo festejar ni hoy ni nunca… pero entonces esa voz de la Otra llega a su cabeza… Brindar por él y todos los que se han ido… Brindar por el sólo hecho de que sigues aquí, y de que lo viste más de una vez hablando con su elocuencia… la vida tiene destinos perversos, hoy es sábado, hay fiesta y la gente muere… ¿no es eso también un ritual caótico?
Enciende un cigarro y piensa que la muerte ha estado muy ocupada últimamente. Todo desde la muerte de Peter, ha sucedido en un devenir de pérdidas irremediables, la más fuerte es quizá la personal, pero no por eso la más importante. Saramago, Monsivais, [ahora también Eloy] se unen a esa lista del no ser más…
No ser más… Giovanna repite esa palabra mientras intenta torpemente plancharse el cabello morado. Un trago al whisky, un antidepresivo más, y la visión en el espejo le parece un tanto extraña. Ella lo sabe, ya no es más ella…
Repite parte de un poema de A. Caeiro, ese otro que no era él y ella ama sea quien sea… Sigue con su rutina establecida para el día, bajará a cocinar e intentará olvidar las pérdidas, ella es una reina y jamás perdió una estrella en el cielo escarlata… La tristeza es la peor asesina pensó, que pasaría si aún existiera… el dolor que sufre sola, se diluye en esa otra… por esa noche ya no es ella… y se dirige a otro mundo…
Dejo el poema:
Si muero pronto,
Sin poder publicar ningún libro,
Sin ver la cara que tienen mis versos en letras de molde,
Ruego, si se afligen a causa de esto,
Que no se aflijan.
Si ocurre, era lo justo.

Aunque nadie imprima mis versos,
Si fueron bellos, tendrán hermosura.
Y si son bellos, serán publicados:
Las raíces viven soterradas
Pero las flores al aire libre y a la vista.
Así tiene que ser y nadie ha de impedirlo.
Si muero pronto, oigan esto:
No fui sino un niño que jugaba.
Fui idólatra como el sol y el agua,
Una religión que sólo los hombres ignoran.
Fui feliz porque no pedía nada
Ni nada busqué.
Y no encontré nada
Salvo que la palabra explicación no explica nada.

Mi deseo fue estar al sol o bajo la lluvia.
Al sol cuando había sol,
Cuando llovía bajo la lluvia
(Y nunca de otro modo),
Sentir calor y frío y viento
Y no ir más lejos.

Quise una vez, pensé que me amarían.
No me quisieron.
La única razón del desamor:
Así tenía que ser.

Me consolé en el sol y en la lluvia.

Me senté otra vez a la puerta de mi casa.
El campo, al fin de cuentas, no es tan verde
Para los que son amados como para los que no lo son:
Sentir es distraerse.


Requiescat in Pace a todos aquellos que ya no son y que nunca llegaron a ser…

24/05/10

Te voy a contar un cuento...

Este cuento, se forma a partir de un ejercicio catártico para una clase. Su intención es mediante la narración representar la Experiencia interior de George Bataille. Este libro da para mil ensayos solo, sin embargo no puedo sino abrir un paréntesis y citar el párrafo que le dio movimiento a mi escritura, lo que me impulso, quisiera yo o no, a contarte un cuento…

“El torbellino duradero que te compone choca con torbellinos semejantes con los que forma una vasta figura animada con una agitación mesurada. Pero vivir significa para ti no solamente los flujos y los juegos huidizos de luz que se unifican en ti, sino los transvases de calor o de luz de un ser a otro, de ti a tu semejante o de tu semejante a ti (incluso en este instante en que me lees, el contagio de mi fiebre que te alcanza): las palabras, los libros, los momentos, los símbolos, las risas no son sino otros tantos caminos de ese contagio, de esos transvases. Los seres particulares cuentan poco y encierran inconfesables puntos de vista si se considera lo que cobra movimiento, pasando del uno al otro en el amor, en trágicos espectáculos, en los transportes de fervor. Así que no somos nada, ni tú ni yo, al lado de las palabras ardientes que podrían ir de mí hacia ti, impresas en una cuartilla: pues yo no habré vivido más que para escribirlas, y, si es cierto que se dirigen a ti, tú vivirás por haber tenido la fuerza de escucharlas. (Igualmente, ¿qué significan los amantes, Tristán, Isolda, considerados sin su amor, en una soledad que los abandona a cualquier ocupación vulgar?, dos seres pálidos, privados de lo maravilloso; nada cuenta más que el amor que los desgarra a ambos.)


Te voy a contar un cuento que nace de mis silencios. Su final, irremediable, irreversible, lo vuelve trágico, no por eso menos feliz. Es necesario, empezar por un principio que no siempre fue así, sino que transmutó en uno, por necesidad, cuando su final se hizo evidente. Sus personajes no son lo importante, sus acciones los llevan a principios y finales cada vez más enredados. Esto trata de una búsqueda, una sin pies ni cabeza, una búsqueda de lo imposible a través del amor. Érase una vez la historia sin fin en el país de las maravillas:

El saber que se otorga después de cruzar el umbral de la locura, de vez en cuando nos desgarra al traspasar el otro lado del espejo. Siempre tuve acceso a ambos lados, pero ese día arrojé la llave lejos. Fuera de toda lógica, comencé a buscar en la locura un refugio a mis pensamientos. Un manchón de tinta se convirtió en la madriguera del conejo. Caí profundamente y me volví presa de un deseo.

-Mírame, todo comienza con una mirada-

Mientras caigo siento el viento profundo del vértigo que me desfigura. Yo no soy yo, me hundo en este vértigo de vacío, me rompo y me rehago, pero nunca como era, nunca como debería ser. Escucho el crujir de las hojas al moverse, la humedad de la que me vuelvo presa se enreda en mis manos, en mi pelo, no hay esperanza, sino movimiento y caigo, profundamente caigo. Mis oídos se llenan de ruidos insolentes que se mezclan con el zumbar del viento, detecto incluso voces de otros que no me ven y que no expulsan el grito ahogado que me engulle. Intento nombrarte, desapareces en la realidad de mis palabras, ya no estás. Toqué el suelo en un golpe reacio, seco, hay dolor pero no es suficiente, estoy mareada.

Estoy aquí, viva, o eso creo, debe ser. Tengo una cabeza, dos ojos, dos piernas, dos manos, una boca; no sé si esos miembros son míos o de alguien más. Mis pies conservan sus botas, mi vestido está húmedo, se extiende entre el lodo, todo está en su lugar, salvo la luz que me deslumbra. Intento cubrir mis ojos, pero en lo profundo de la madriguera la luz es cada vez más brillante, veo los colores, necesito pintar para reconocerme. ¿Dónde estoy? ¿Quién soy? ¿A dónde voy?

-Seguiré a tus ojos-

Mi razón se sacude, pero se encuentra adormilada, siento el lodo entre mis manos e intento ponerme de pie. Camino un tanto y llego a un lugar con aparente sombra. Me siento y desdibujo algo en el lodo de colores. La textura en mis manos me obliga a sentir que te escapabas ¿cómo verte entre tanta luz? Mi presencia ahí era oscura, pero limitada, veía el rojo mezclarse con el azul para resaltar una gama de violetas. Utilicé el pincel, los dedos, las acuarelas, todo lo que tuve a mi alcance para darme forma y encontrarte. Pinte con las raíces de un árbol tirado, busqué un espejo, pero mi reflejo ni en el agua era claro. Seguí fiel a mi tarea de la pintura, hice mezclas y busqué más cromatismos que me diluyeran en el papel. Todo fue en vano, ese intento de autorretrato insistía en reflejar a ese otro que no era yo. Dejé ir a los colores

-Búscame, hoy no me encuentro-

Los paisajes en los que me encontraba eran sombríos, lúgubres, pero igualmente hermosos. Descripciones dignas de Baudelaire, con cadáveres putrefactos que exudaban la belleza de la muerte. Me dejé llevar por un riachuelo, buscando inconsolablemente el mar. Quiero abismarme en el mar, quiero hundirme en sus profundidades, en su vacío que me llama, en su negrura infinita, en ese silencio sordo que lo vuelve todo transparente a la vez que el agua se vuelve más densa. Quiero sumergirme en las profundidades de mi alma ardiente, fría como el mar que deseo.

Caminé y caminé, como en los cuentos que tú me contabas. Niña ciega a la orilla de un riachuelo de lágrimas que poco a poco aumentaba sus caudales. En mis manos ya no llevaba los pinceles, sino mi corazón para teñir de rojo sangre la tierra. Surtió efecto, en algún punto, sin darme cuenta, la arena ya era roja. Uno crea el espejismo del ser por el que se apasiona y lo ama por eso. Yo sentí crecer la pasión en mí como hielo seco. Era una pasión fría fulminante. La luna fue el espejo de esa pasión y se volvió enorme, roja como un sol al atardecer. Roja, como mi corazón que se vaciaba por mis manos. Roja, como mis pupilas al contemplarla.

Pero el abismo hacia más intenso su llamado. Me sumergí y me dejé fluir con el oleaje, me deje llevar, y me sentí perdida de nueva cuenta, regresé a la superficie para ver a esa luna roja sobre el mar oscuro. Cuando la vi, ya de nuevo sobre la arena de la isla en la que me encontraba, lo sabía, lo supuse, llegaba a mi destino.

-Cuéntame un secreto-

Te vi a lo lejos, estabas cansado, llegabas de un viaje largo. Presentí tu ausencia y quise ponerlo todo en juego. Vi tu foto en un cajón vacío, abandonado a la orilla de la tierra roja. Al cerrarlo, se cerraron también mis ojos, pude sentirte pero jamás te volví a ver. Mis ojos se cegaron ante tu huida, guardaron un silencio parecido al de las tumbas que antes visitábamos con familiaridad y parecían cantarnos.

¿Por qué te fuiste? Supe el secreto de tu corazón y de inmediato quise arrancarlo de mí para quedarme en su ignorancia. Abismarme en ella. Glorificar mi estupidez humana. Fue imposible, tu corazón lo dijo todo a mi corazón herido. Él fue tan necesario en su rechazo, tan contundente y sin embargo lo espero cada noche para fundirnos en un abrazo, en el goce eterno y efímero de nuestros cuerpos. Quisiera absorberle hasta su muerte.

Aunque la muerte es hoy lo que nos ronda la mirada. Alguna vez fuimos sentido. Pero no podíamos serlo por siempre ¿volveremos a serlo? Lo mas seguro es… la duda me toma la mano y me lleva de paseo. Lo mejor es perderse en el sinsentido de la angustia y el amor incomunicado, loco, a fuerza de su huida. Loco por incomunicarse, por ceder ante el deseo de callarlo todo. Y Altazor cae de las estrella hacia el infinito; fantasma oscuro del amor incomprendido.

Y sin embargo, yo te amo, mi pasión no es nada, pero tú te vas con el deseo por la mañana; te vas con esa ilusión y me despojas de su existencia, abres el cerrojo de la muerte y le das entrada a la más profunda de las desesperaciones, aquella que de sólo nombrarla desaparece. Al despertar, la angustia será la única presencia que me quede. Esta razón de la catástrofe me mueve a la pérdida de los sentimientos, de la luz ilusoria de mi amor de objeto, de mi yo fuera de ti. Te extraño y la angustia regresa

Te amaría con mi condena pero te me escapas por la tinta, te sudo y entonces para poseerme, huyo con tu deseo, pero sigues sin ser mío, te vuelves ajeno y quiero amarte para olvidarte luego. Mi arrobo fue sentir que regresabas, sentí la angustia pero fue una ilusión. Tú te fuiste sin encanto o hechizo que te detuviera, para retenerte no hubo mar, o lágrima que te trajera de vuelta. Quédate, no me incendies con tu recuerdo, prefiero que explotemos juntos hasta ser cenizas.

-Poséeme hoy y aléjate mañana, sigo aquí con cada luna-

Este no saber se me escapó, salí corriendo de la angustia, antes de morir en un sueño ardiente. El miedo me hizo mella y me desplomó. Abandoné verdades y esperanzas aunque redoblo las apuestas, por mero hábito… Todo o nada. Quiero forzar el lenguaje para que diga algo que me es inexpresable. Creí haber salido del espejo, así que caminando, sólo me interné más en el laberinto que se me abría paso entre la arena. Pensé que seguir y jugar un rato, no era peligroso, sus paredes eran bajas y supuse de manera ingenua que podía llegar al centro y de regreso, saltando los obstáculos que se imponían como fantasmas transparentes. Estaba equivocada.

Apenas me interné, las paredes del laberinto se hicieron de palabras impenetrables. Los fantasmas de pronto abandonaron su humor translucido, para volverse sólidos como la desesperación que me embriagaba. Me pierdo en el laberinto de palabras, de lenguajes artísticos, estoy perdida, no me encuentro, me escapo del ser entre mis ojos. Soy Ariadna en el laberinto, soy yo perdida entre las madrigueras profundas de mi inconciencia y mi razón desgarrada. Amo estar perdida aunque esté sin ti, aun pienso que Dionisio podría salvarme. Aún pienso que saldré de este laberinto. Aún pienso, y al parecer ese es todo mi problema, porque los pensamientos sobrecargan la tensión del hilo que me une a la salida. No hay más que reflejos, no hay saber, y aferrarse al conocimiento es igual a morir sin saber. Sapere Aude et Sapere Nihil est.

El hilo se ha roto. Estoy sola, sin Teseo o Dionisio, en el laberinto de mi angustia. No hay sortilegio que me saque de aquí. Desconozco cualquier sentido. Lo desconozco todo y regresa el movimiento. Vértigo de movimiento, no somos lo que somos porque lo hemos cambiamos. Lo gozo porque no es tan malo, porque ser objeto de odio me ilumina en tu mirada que perdí como objeto de amor. Estoy girando, mi cabeza rueda en ominoso sacrificio. Ya no soy más, y me confundo con la tinta que me abisma en este mar de palabras.

-Mírame, me voy, desaparezco-

La isla desapareció en la marejada del recuerdo. Las letras se volvieron manchas de tinta desdibujando las palabras que componían al laberinto. A lo lejos, desde arriba o desde el fondo de mar, según la perspectiva éste cobraba forma o negrura a los ojos de la luna, que lo confundía con la nada de sus mareas.

Me miro en el espejo y encuentro un gesto devastado que no se refleja en el autorretrato que dibujaron mis lágrimas en la arena. Miré los ojos en el papel y comprendí estar desnuda frente al infinito, nada contenido, nada continente, la nada absolutamente n-a-d-…

-Dame tu mano, necesito anclarme o ya no seré más-

Cuando regresó al país de las maravillas, Alicia podía oler la hierba recién cortada. Giraba con gran velocidad sobre su eje. Podía sentir el pasto cortado y húmedo sobre sus plantas desnudas, se deleitaba con la sensación áspera pero flexible de las espinillas verdes al hundir en ellas sus pisadas, ella reía. Sí, todo parecía ser agradable, el sol brillaba sobre su cara. La gente seguía riendo en la calle y todos caminaban sin prisa o pretensiones, todos estaban conformes. Cayó mareada, demasiadas vueltas. Abrió los ojos para ver el cielo azul resplandeciente que aun giraba sobre ella. Todo tiene una distinta perspectiva cuando estas en el suelo. Desde el fondo, todo es más estilizado de lo que es en realidad. Su respiración era agitada, acaso por la fuerte emoción que sentía. No le hacia falta nada.

A lo lejos el cielo pareció nublarse. El gris de unas nubes violentas daba paso pequeños ases de luz incandescente. Se escuchaban rayos y el cielo sin luna se iluminaba por instantes, como un cerebro al hacer sinapsis. Una tormenta eléctrica, pensó. Su emoción era pacífica, nada podía opacarle el paisaje y el resplandor de la felicidad con que veía el mundo. El viento frió soplaba en su cara, el maravilloso murmullo de tiempos anteriores y besos de fantasmas, pasaron desapercibidos. Un poco de lluvia no le vendría mal. No le preocupaba que su lindo vestido se ensuciara o deslavara, ni siquiera estar descalza; aquí en el país de las maravillas todo es al revés.

Los truenos eran más fuertes ahora. De pronto parecían palabras ensordecedoras, no había manera de explicarlo, ni refugio a la vista. El vértigo aún era muy fuerte como para intentar escapar. El agua había comenzado a manchar su vestido de un líquido rojo, lo deshacía poco a poco, sus pies se hundían en el fango. No, no era la lluvia Alicia lloraba, tenia sangre en el rostro, en las manos donde antes había tinta, en los ojos que antes reían.

-De vuelta al mundo: existe, existe, existe… -

Con el existir llegó una punzada dolorosa, violenta, aguda e indefinida. Alicia miró al cielo: la oscuridad y la noche. No supo lo que pasaba, pero en ese no saber lo conoció todo…

De vuelta en el mundo las lágrimas ya no dejaron de caer, ya nada volvería a ser como antes o al revés. Su vestido quedó sepultado en una tormenta de nieve, que de pronto se hacía tinta y lo inundaba todo de nuevo.

Cuando llega el ojo del huracán, no puede evitar preguntarse:

-¿A dónde se fue la lluvia?-

09/05/10

Un te quiero ya no es suficiente


Un te quiero ya no es suficiente
Busque en las mareas de mi luna la respuesta a mi corazón desdoblado,
encontré desiertos y trozos de palabras muertas que se quedaron en silencio.
La serpiente, fiel guardiana de mis ilusiones perdidas,
esconde su cabeza esperando atacar mi corazón.
Bendita sería su mordida si con ella llegara el olvido.
La luz ya no brilla en este espacio,
los desiertos se volvieron acantilados de humo:
Un abismo oscuro
Abandoné la búsqueda de la verdad porque la encontré de pronto
y me despreció con su mirada.
Dos puñales fueron sus manos acariciando mi cabeza
y su ardiente lengua quemó mi deseo con un beso fatal…
Después del terremoto en mi tierra roja y del maremoto que lo acompañó opacando mi alma,
todo se tiñó de negro con el poder de un beso envenenado.
Quedaron muertas las pasiones y mi luna agoniza con el recelo de la duda.
Las palabras ya no le consuelan y un te quiero ya suena vacío.
La serpiente sigue agazapada robando una luz que no es suya,
jamás la usé por que no quería perder su significado,
ahora me doy cuenta que las palabras que protege, jamás fueron mías…

08/05/10

Ecos

Escúchame…
Soy el silencio

Siénteme…
Soy la nada

Mírame…
Soy el viento

Bésame…
Aunque no pertenezcas a la fantasía
Aunque tu piel sea sensible
Aunque tu voz se escuche
Bésame…

Te prometo algún día ser como tú
y derramar tus lágrimas,
a cambio de este día.

No me olvides…
Yo también,
te extraño.

07/05/10

Un poema absurdo

¿Y si escucho tus colores, también se los llevará el viento, dando suspiros pálidos y acromáticos?

¿O los deslavará la lluvia conciente de su olvido?

¿Para qué escuchar colores que jamás estarán en un lienzo?

¿Para que buscar la tonalidad en lo que ya se volvió negro, de tantas mezclas insensatas?

¿Y si tú y yo fuéramos grises, ya no nos escucharíamos?

¿Y si tan sólo yo dejo de escucharte, serás tú el que se vuelva gris?

¿O seguirás radiante, coloreado por tu angustia?

Será mejor buscar más colores que se destiñan en silencio,
Hay mucho ruido cromático por aquí...para diluir el alma

Alicia en el país de las Maravillas parte 2

Cuando regresó al país de las maravillas, Alicia podía oler la hierba recién cortada… giraba con gran velocidad sobre ella, podía sentir el pasto cortado y húmedo sobre sus plantas desnudas, se deleitaba con el tacto del mismo áspero y a la vez cediendo ante su peso, ella reía. Si todo parecía ser agradable, el sol brillaba sobre su cara. La gente seguía riendo en la calle y todos caminaban sin prisa o pretensiones, todos estaban conformes. De pronto cayo mareada. Abrió los ojos para ver el cielo azul resplandeciente que aun giraba sobre ella. Todo tiene una distinta perspectiva cuando estas en el suelo. Todo es más estilizado de lo que es en realidad, su respiración era agitada, acaso por la fuerte emoción que sentía. No le hacia falta nada.
A lo lejos el cielo pareció nublarse, se escuchaban rayos y el cielo sin luna se iluminaba por instantes. Una tormenta eléctrica, pensó… nada podía opacarle el paisaje y el resplandor de la felicidad con que veía el mundo. El viento frió soplaba en su cara, el maravilloso murmullo de tiempos anteriores y besos de fantasmas. Un poco de lluvia no le vendría mal. Alicia era particular amante de la lluvia. No le preocupaba que su lindo vestido se ensuciara o deslavara; aquí en el país de las maravillas todo es al revés.
Los truenos eran más fuertes ahora... de pronto parecían palabras ensordecedoras, no había manera de explicarlo, el agua había comenzado a manchar su vestido de un liquido rojo, lo deshacía poco a poco, sus pies se hundían en el fango… no, no era la lluvia Alicia lloraba, tenia sangre en el rostro, de vuelta al mundo… existe, existe, existe…
y con el existir llegó una punzada dolorosa, violenta, aguda e indefinida. Alicia miró al cielo: la oscuridad y la noche, y en ese no saber lo conoció todo… De vuelta en el mundo las lágrimas ya no dejaron de caer…
Alicia no dejaba de preguntarse ¿A dónde se fue la lluvia?.

18/02/10

Cunado los animales atacan

La zoofobia es definida por el diccionario como un “persistente, anormal e injustificado miedo a los animales.” Este temor, puede reducirse al desprecio en general por los animales, o manifestarse violentamente por tan sólo alguno de cierto tipo o especie. A pesar de lo familiar que nos resultan estos seres y la consecuente convivencia con ellos, este miedo es común en muchos de nosotros, sobre todo, en etapas infantiles. Sin embargo y por razones varias, estos temores llegan, a veces con menor intensidad, pero finalmente constantes, hasta la edad adulta. Haciéndose de manera irrefutable, nuestros inseparables compañeros.
De igual significado, pero con distinto nombre, Enrique Serna, escribe en 1995 una novela de corte policial, aunque bien podría pasar por un análisis de la fauna urbano-política en México, llamada: Miedo a los Animales. En ella Evaristo Reyes, protagonista de la obra, nos lleva por los ecosistemas más podridos de la política mexicana: la policía judicial y uno tal vez no tan contemplado -aunque no por ello, menos oloroso- la cultura. En el viaje por estos pantanosos lugares, el personaje principal realiza una descripción de la flora, pero sobre todo de sus habitantes de forma minuciosa y no siempre agradable cuando identificamos nuestra especie.
El ser humano, también homo videns, ludens, o simplemente vicioso, se vuelve el centro de la investigación de Serna, para a través de los distintos personajes explorar sus más bajos instintos. Una vez que estos afloran en la línea narrativa, la lucha encarnizada por el poder y la verdad se inicia. Dejando claro de antemano, que sólo aquel que siga las reglas biológicas, ya sea el más fuerte o el mejor adaptado, logrará sobrevivir.
Así la historia de Evaristo se desarrolla con un lenguaje simple, pero cargado de imágenes que permiten tener una lectura fluida e interesante como la vida ficticia de este personaje. Periodista frustrado, animal de baja calaña, Reyes, debe desentrañar de lo más profundo del paisaje, el misterio que envuelve al asesino de un periodista. Una víctima de los animales que nos acompañan a todos, como parte de nuestros instintos más humanos: las pasiones.
En este entramado de emociones vicerales, mentiras y apariencias, los mundos aparentemente separados de la policía y la cultura, se vuelven un solo ecosistema que forma al planeta tierra mexicano. Desde antros de mala muerte, donde las prostitutas se vuelven ángeles protectores, hasta las casas de las Lomas, donde los intelectuales resultan poco menos que lobos esteparios; Evaristo termina por comprender que los animales no siempre son lo que parecen, y desde luego tampoco son los que suponemos.
Así, se configura un zoo humano, donde cualquier parecido con la realidad es mera y absoluta coincidencia, o mejor dicho, consecuencia de las acciones que los caracterizan. De esta forma, cuando los animales de este tipo atacan, dejan entrever un miedo a las frustraciones, temores y amenazas más humanas, haciéndolos vulnerables de sus propios errores, pero sobre todo de sus miedos, envidias y frustraciones más ocultas.
Este miedo, que nace de lo más profundo de nuestro ser, ya sea por los animales que se nos parecen o simple zoofobia, como cualquier otro trastorno de este tipo, puede causar diferentes sintomatologías. Éstas, pueden presentarse por ejemplo, como taquicardia, ansiedad, sudoración de manos etc. en aquellos que padecen estos temores y los sufren. Así mismo, la novela puede provocarnos estas mismas reacciones, entre otras aún más fuertes, mientras recorremos el paisaje hasta un desenlace inesperado.
Lo anterior, derivado de una reflexión conciente de lo que muchas veces, ya sea por un romanticismo ingenuo, o un idealismo estúpido, nos negamos a admitir. Disfrazando de esta forma, con poesía y causas sociales, el olor pantanoso de la muerte, después de un ataque. La zoofobia, entonces, se vuelve nuestra compañera inseparable, ya modificada por las nuevas implicaciones. Y es que ¿cómo no temerle a una especie cuyas metamorfosis tardan segundos, y además son reversibles?
“Miedo a los animales” de Enrique Serna, fue reeditada por editorial De Bolsillo en 2008, volviendo después de un largo período de escasez, a encontrarse en los estantes de las librerías por poco menos de 100 pesos. Si usted encuentra este atractivo ejemplar, no dude en capturarlo.