24/05/10

Te voy a contar un cuento...

Este cuento, se forma a partir de un ejercicio catártico para una clase. Su intención es mediante la narración representar la Experiencia interior de George Bataille. Este libro da para mil ensayos solo, sin embargo no puedo sino abrir un paréntesis y citar el párrafo que le dio movimiento a mi escritura, lo que me impulso, quisiera yo o no, a contarte un cuento…

“El torbellino duradero que te compone choca con torbellinos semejantes con los que forma una vasta figura animada con una agitación mesurada. Pero vivir significa para ti no solamente los flujos y los juegos huidizos de luz que se unifican en ti, sino los transvases de calor o de luz de un ser a otro, de ti a tu semejante o de tu semejante a ti (incluso en este instante en que me lees, el contagio de mi fiebre que te alcanza): las palabras, los libros, los momentos, los símbolos, las risas no son sino otros tantos caminos de ese contagio, de esos transvases. Los seres particulares cuentan poco y encierran inconfesables puntos de vista si se considera lo que cobra movimiento, pasando del uno al otro en el amor, en trágicos espectáculos, en los transportes de fervor. Así que no somos nada, ni tú ni yo, al lado de las palabras ardientes que podrían ir de mí hacia ti, impresas en una cuartilla: pues yo no habré vivido más que para escribirlas, y, si es cierto que se dirigen a ti, tú vivirás por haber tenido la fuerza de escucharlas. (Igualmente, ¿qué significan los amantes, Tristán, Isolda, considerados sin su amor, en una soledad que los abandona a cualquier ocupación vulgar?, dos seres pálidos, privados de lo maravilloso; nada cuenta más que el amor que los desgarra a ambos.)


Te voy a contar un cuento que nace de mis silencios. Su final, irremediable, irreversible, lo vuelve trágico, no por eso menos feliz. Es necesario, empezar por un principio que no siempre fue así, sino que transmutó en uno, por necesidad, cuando su final se hizo evidente. Sus personajes no son lo importante, sus acciones los llevan a principios y finales cada vez más enredados. Esto trata de una búsqueda, una sin pies ni cabeza, una búsqueda de lo imposible a través del amor. Érase una vez la historia sin fin en el país de las maravillas:

El saber que se otorga después de cruzar el umbral de la locura, de vez en cuando nos desgarra al traspasar el otro lado del espejo. Siempre tuve acceso a ambos lados, pero ese día arrojé la llave lejos. Fuera de toda lógica, comencé a buscar en la locura un refugio a mis pensamientos. Un manchón de tinta se convirtió en la madriguera del conejo. Caí profundamente y me volví presa de un deseo.

-Mírame, todo comienza con una mirada-

Mientras caigo siento el viento profundo del vértigo que me desfigura. Yo no soy yo, me hundo en este vértigo de vacío, me rompo y me rehago, pero nunca como era, nunca como debería ser. Escucho el crujir de las hojas al moverse, la humedad de la que me vuelvo presa se enreda en mis manos, en mi pelo, no hay esperanza, sino movimiento y caigo, profundamente caigo. Mis oídos se llenan de ruidos insolentes que se mezclan con el zumbar del viento, detecto incluso voces de otros que no me ven y que no expulsan el grito ahogado que me engulle. Intento nombrarte, desapareces en la realidad de mis palabras, ya no estás. Toqué el suelo en un golpe reacio, seco, hay dolor pero no es suficiente, estoy mareada.

Estoy aquí, viva, o eso creo, debe ser. Tengo una cabeza, dos ojos, dos piernas, dos manos, una boca; no sé si esos miembros son míos o de alguien más. Mis pies conservan sus botas, mi vestido está húmedo, se extiende entre el lodo, todo está en su lugar, salvo la luz que me deslumbra. Intento cubrir mis ojos, pero en lo profundo de la madriguera la luz es cada vez más brillante, veo los colores, necesito pintar para reconocerme. ¿Dónde estoy? ¿Quién soy? ¿A dónde voy?

-Seguiré a tus ojos-

Mi razón se sacude, pero se encuentra adormilada, siento el lodo entre mis manos e intento ponerme de pie. Camino un tanto y llego a un lugar con aparente sombra. Me siento y desdibujo algo en el lodo de colores. La textura en mis manos me obliga a sentir que te escapabas ¿cómo verte entre tanta luz? Mi presencia ahí era oscura, pero limitada, veía el rojo mezclarse con el azul para resaltar una gama de violetas. Utilicé el pincel, los dedos, las acuarelas, todo lo que tuve a mi alcance para darme forma y encontrarte. Pinte con las raíces de un árbol tirado, busqué un espejo, pero mi reflejo ni en el agua era claro. Seguí fiel a mi tarea de la pintura, hice mezclas y busqué más cromatismos que me diluyeran en el papel. Todo fue en vano, ese intento de autorretrato insistía en reflejar a ese otro que no era yo. Dejé ir a los colores

-Búscame, hoy no me encuentro-

Los paisajes en los que me encontraba eran sombríos, lúgubres, pero igualmente hermosos. Descripciones dignas de Baudelaire, con cadáveres putrefactos que exudaban la belleza de la muerte. Me dejé llevar por un riachuelo, buscando inconsolablemente el mar. Quiero abismarme en el mar, quiero hundirme en sus profundidades, en su vacío que me llama, en su negrura infinita, en ese silencio sordo que lo vuelve todo transparente a la vez que el agua se vuelve más densa. Quiero sumergirme en las profundidades de mi alma ardiente, fría como el mar que deseo.

Caminé y caminé, como en los cuentos que tú me contabas. Niña ciega a la orilla de un riachuelo de lágrimas que poco a poco aumentaba sus caudales. En mis manos ya no llevaba los pinceles, sino mi corazón para teñir de rojo sangre la tierra. Surtió efecto, en algún punto, sin darme cuenta, la arena ya era roja. Uno crea el espejismo del ser por el que se apasiona y lo ama por eso. Yo sentí crecer la pasión en mí como hielo seco. Era una pasión fría fulminante. La luna fue el espejo de esa pasión y se volvió enorme, roja como un sol al atardecer. Roja, como mi corazón que se vaciaba por mis manos. Roja, como mis pupilas al contemplarla.

Pero el abismo hacia más intenso su llamado. Me sumergí y me dejé fluir con el oleaje, me deje llevar, y me sentí perdida de nueva cuenta, regresé a la superficie para ver a esa luna roja sobre el mar oscuro. Cuando la vi, ya de nuevo sobre la arena de la isla en la que me encontraba, lo sabía, lo supuse, llegaba a mi destino.

-Cuéntame un secreto-

Te vi a lo lejos, estabas cansado, llegabas de un viaje largo. Presentí tu ausencia y quise ponerlo todo en juego. Vi tu foto en un cajón vacío, abandonado a la orilla de la tierra roja. Al cerrarlo, se cerraron también mis ojos, pude sentirte pero jamás te volví a ver. Mis ojos se cegaron ante tu huida, guardaron un silencio parecido al de las tumbas que antes visitábamos con familiaridad y parecían cantarnos.

¿Por qué te fuiste? Supe el secreto de tu corazón y de inmediato quise arrancarlo de mí para quedarme en su ignorancia. Abismarme en ella. Glorificar mi estupidez humana. Fue imposible, tu corazón lo dijo todo a mi corazón herido. Él fue tan necesario en su rechazo, tan contundente y sin embargo lo espero cada noche para fundirnos en un abrazo, en el goce eterno y efímero de nuestros cuerpos. Quisiera absorberle hasta su muerte.

Aunque la muerte es hoy lo que nos ronda la mirada. Alguna vez fuimos sentido. Pero no podíamos serlo por siempre ¿volveremos a serlo? Lo mas seguro es… la duda me toma la mano y me lleva de paseo. Lo mejor es perderse en el sinsentido de la angustia y el amor incomunicado, loco, a fuerza de su huida. Loco por incomunicarse, por ceder ante el deseo de callarlo todo. Y Altazor cae de las estrella hacia el infinito; fantasma oscuro del amor incomprendido.

Y sin embargo, yo te amo, mi pasión no es nada, pero tú te vas con el deseo por la mañana; te vas con esa ilusión y me despojas de su existencia, abres el cerrojo de la muerte y le das entrada a la más profunda de las desesperaciones, aquella que de sólo nombrarla desaparece. Al despertar, la angustia será la única presencia que me quede. Esta razón de la catástrofe me mueve a la pérdida de los sentimientos, de la luz ilusoria de mi amor de objeto, de mi yo fuera de ti. Te extraño y la angustia regresa

Te amaría con mi condena pero te me escapas por la tinta, te sudo y entonces para poseerme, huyo con tu deseo, pero sigues sin ser mío, te vuelves ajeno y quiero amarte para olvidarte luego. Mi arrobo fue sentir que regresabas, sentí la angustia pero fue una ilusión. Tú te fuiste sin encanto o hechizo que te detuviera, para retenerte no hubo mar, o lágrima que te trajera de vuelta. Quédate, no me incendies con tu recuerdo, prefiero que explotemos juntos hasta ser cenizas.

-Poséeme hoy y aléjate mañana, sigo aquí con cada luna-

Este no saber se me escapó, salí corriendo de la angustia, antes de morir en un sueño ardiente. El miedo me hizo mella y me desplomó. Abandoné verdades y esperanzas aunque redoblo las apuestas, por mero hábito… Todo o nada. Quiero forzar el lenguaje para que diga algo que me es inexpresable. Creí haber salido del espejo, así que caminando, sólo me interné más en el laberinto que se me abría paso entre la arena. Pensé que seguir y jugar un rato, no era peligroso, sus paredes eran bajas y supuse de manera ingenua que podía llegar al centro y de regreso, saltando los obstáculos que se imponían como fantasmas transparentes. Estaba equivocada.

Apenas me interné, las paredes del laberinto se hicieron de palabras impenetrables. Los fantasmas de pronto abandonaron su humor translucido, para volverse sólidos como la desesperación que me embriagaba. Me pierdo en el laberinto de palabras, de lenguajes artísticos, estoy perdida, no me encuentro, me escapo del ser entre mis ojos. Soy Ariadna en el laberinto, soy yo perdida entre las madrigueras profundas de mi inconciencia y mi razón desgarrada. Amo estar perdida aunque esté sin ti, aun pienso que Dionisio podría salvarme. Aún pienso que saldré de este laberinto. Aún pienso, y al parecer ese es todo mi problema, porque los pensamientos sobrecargan la tensión del hilo que me une a la salida. No hay más que reflejos, no hay saber, y aferrarse al conocimiento es igual a morir sin saber. Sapere Aude et Sapere Nihil est.

El hilo se ha roto. Estoy sola, sin Teseo o Dionisio, en el laberinto de mi angustia. No hay sortilegio que me saque de aquí. Desconozco cualquier sentido. Lo desconozco todo y regresa el movimiento. Vértigo de movimiento, no somos lo que somos porque lo hemos cambiamos. Lo gozo porque no es tan malo, porque ser objeto de odio me ilumina en tu mirada que perdí como objeto de amor. Estoy girando, mi cabeza rueda en ominoso sacrificio. Ya no soy más, y me confundo con la tinta que me abisma en este mar de palabras.

-Mírame, me voy, desaparezco-

La isla desapareció en la marejada del recuerdo. Las letras se volvieron manchas de tinta desdibujando las palabras que componían al laberinto. A lo lejos, desde arriba o desde el fondo de mar, según la perspectiva éste cobraba forma o negrura a los ojos de la luna, que lo confundía con la nada de sus mareas.

Me miro en el espejo y encuentro un gesto devastado que no se refleja en el autorretrato que dibujaron mis lágrimas en la arena. Miré los ojos en el papel y comprendí estar desnuda frente al infinito, nada contenido, nada continente, la nada absolutamente n-a-d-…

-Dame tu mano, necesito anclarme o ya no seré más-

Cuando regresó al país de las maravillas, Alicia podía oler la hierba recién cortada. Giraba con gran velocidad sobre su eje. Podía sentir el pasto cortado y húmedo sobre sus plantas desnudas, se deleitaba con la sensación áspera pero flexible de las espinillas verdes al hundir en ellas sus pisadas, ella reía. Sí, todo parecía ser agradable, el sol brillaba sobre su cara. La gente seguía riendo en la calle y todos caminaban sin prisa o pretensiones, todos estaban conformes. Cayó mareada, demasiadas vueltas. Abrió los ojos para ver el cielo azul resplandeciente que aun giraba sobre ella. Todo tiene una distinta perspectiva cuando estas en el suelo. Desde el fondo, todo es más estilizado de lo que es en realidad. Su respiración era agitada, acaso por la fuerte emoción que sentía. No le hacia falta nada.

A lo lejos el cielo pareció nublarse. El gris de unas nubes violentas daba paso pequeños ases de luz incandescente. Se escuchaban rayos y el cielo sin luna se iluminaba por instantes, como un cerebro al hacer sinapsis. Una tormenta eléctrica, pensó. Su emoción era pacífica, nada podía opacarle el paisaje y el resplandor de la felicidad con que veía el mundo. El viento frió soplaba en su cara, el maravilloso murmullo de tiempos anteriores y besos de fantasmas, pasaron desapercibidos. Un poco de lluvia no le vendría mal. No le preocupaba que su lindo vestido se ensuciara o deslavara, ni siquiera estar descalza; aquí en el país de las maravillas todo es al revés.

Los truenos eran más fuertes ahora. De pronto parecían palabras ensordecedoras, no había manera de explicarlo, ni refugio a la vista. El vértigo aún era muy fuerte como para intentar escapar. El agua había comenzado a manchar su vestido de un líquido rojo, lo deshacía poco a poco, sus pies se hundían en el fango. No, no era la lluvia Alicia lloraba, tenia sangre en el rostro, en las manos donde antes había tinta, en los ojos que antes reían.

-De vuelta al mundo: existe, existe, existe… -

Con el existir llegó una punzada dolorosa, violenta, aguda e indefinida. Alicia miró al cielo: la oscuridad y la noche. No supo lo que pasaba, pero en ese no saber lo conoció todo…

De vuelta en el mundo las lágrimas ya no dejaron de caer, ya nada volvería a ser como antes o al revés. Su vestido quedó sepultado en una tormenta de nieve, que de pronto se hacía tinta y lo inundaba todo de nuevo.

Cuando llega el ojo del huracán, no puede evitar preguntarse:

-¿A dónde se fue la lluvia?-

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