Sí, “libertad” es una palabra simbólica, como “pasado”, como la palabra “amor”, como el mayor símbolo del ser humano, como diría Cassirer: la historia. Todas estas palabras son símbolos pendientes de una exégesis concreta que les de una existencia y una realidad.
Como decía siempre estamos corriendo y escapando cual conejos blancos en el mundo de las maravillas, pero incluso en ese comportamiento evasivo, no podemos evitar aferrarnos a algo. Siempre, la espera está presente…y lo está porque si algo debería de quedarnos claro es que nada, absolutamente nada, es constante.
La duda del futuro siempre está ahí, pero nuestra duda nunca será lo relevante. Por que incluso en el más absoluto solipsismo Descartiano, el tiempo no para. La vida se mueve. Nosotros nos detenemos, pero este tren sigue adelante y si queremos bajarnos de él, hay que estar dispuestos a caer en el vacío. Ese que de alguna forma también es atractivo.
Es por ello que el pasado nos ata. En cuatro paredes puede existir una libertad infinita si nuestros actos son concordantes con aquello que somos y deseamos; si logramos de una vez y por todas disminuir la disonancia cognitiva, hasta reducirla al mínimo. Disminuyendo de esta manera la fuerza de los fantasmas del pasado y su influencia (simbólica) en el presente.
La libertad lo es todo, el individuo, el yo, el eterno “ser” y el “ser-en-si-mismo”, pero contrario a la idea Sartriana sé que la mirada puede compartirse y no sólo robarnos nuestro mundo. Puede que esta mirada no llegue nunca a “ser-estar-sentir” como el otro, puede que verdaderamente estemos condenados a vivir en una mismidad inalterablemente –libres- “soy yo y mi circunstancia” dice Ortega y Gasset, pero cuando de pronto en nuestra circunstancia se involucra una mirada ajena a la nuestra, aquella de otro, entonces, la visión por fuerza es diferente.
La exégesis nos representa nuevos descubrimientos y nuestra libertad, contrario a lo que podría pensarse se hace aún más extensa.
Uno no puede vivir sin un pasado. Él, nos forma, nos construye “el hombre no tiene naturaleza sino historia” de nuevo Ortega y Gasset, pero la historia, cuando se afronta, se asimila, y se acepta deja de ser cadena de fantasmas para volverse una libertad mas grande, mas conciente; una libertad más absoluta…que sí se complementa con la mirada ajena.
Y es que algunas veces, que bien se siente mandar al diablo nuestra historia, para atrevernos a caer en el vacío. Atrevernos a saltar a otro ten con otro destino, tal vez hasta otro nombre…
Nunca he sido optimista… no creo en la felicidad. Lo cierto es que no sé lidiar con ella: pero eso de ninguna manera justifica el hecho de que ahora este “Yo” mi “ser”, se aproxime a ella y esté dispuesta estamparme… Sé que suelo ser muy cerebral y fría pero en el fondo no he dejado der la misma estúpida temperamental. Si he de estamparme contra algo, más vale que sea a toda velocidad y con toda la realidad posible: “antes meter la pata que reversa” [Dios te salve, si alguien pudiese, Violetta…]
Por que esta es mi vida, esta es mi realidad, ya no hay más sis condicionales, ya no existen más “hubiera…” que me aten a fantasmas de historias inconclusas. Esta, soy yo, con mi dolor y mi vida. Esta es Akasha, y no es nadie, pero no lo necesita. [La existencia es independiente del ser]
Yo existo en mi mano cortada y mi corazón al descubierto, existo en el dolor, pero tambien en la daga que me causa la herida. Existo en tanto siento, en tanto quiero y deseo seguir apostando… estamparme. Sí, como siempre, pero también como nunca, porque cada impacto es único. Este impacto es un símbolo con un nombre. Y todo lo que tiene nombre existe: esta soy yo existiendo, renaciendo sin fantasmas pero con una historia y un pasado.
Porque esta es Akasha saltando del tren, cayendo en el vacío “con las alas abiertas de Violetta.” Soy yo, cayendo hasta el fondo de una mirada que no es la mía, sino SU mirada, cayendo hasta SUS labios que me nombran y me dan existencia.
Por que esta soy yo… saltando… cayendo… con una mirada, con libertad, con un pasado, pero ante todo, con un presente que se mueve distinto hacia un futuro y sí, a toda velocidad.